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Pequeñas historias, cuentos, anécdotas o relatos para contar a mis nietos. Para: Laura, Elena, Carlos, Irene, Max, Enrique, Javier, Elisa, Fernando y Nicolás.
Lo de las norias fue mucho más tarde. Siendo mis hijas pequeñas me pidieron que las llevara a las ferias para montarse en la noria, que era uno de los aparatos más llamativos, con una altura considerable. Yo me defendí explicándoles las razones por las que no deberíamos montarnos allí, ofreciéndoles otras atracciones como los coches que chocan, los caballitos, etc. Mi mujer se alió con ellas para que cediera por una vez y les diera gusto. Indiqué que el tiempo no era propicio pues estaba nublado y podría llover, pero no pude convencerlas. Nada más empezar nos subieron a lo más alto para ir llenando de gente las barquillas de nuestros antípodas. Mientras, empezó a llover y por tratarse de una atracción eléctrica decidieron desconectar la fuerza por seguridad. La barquilla tenía un toldillo sin duda muy útil para cuando la lluvia cae verticalmente pero totalmente inútil para una lluvia de costado, casi horizontal. Había ciudadanos que proferían gritos amenazantes y la mayoría se acordaba de su madre, de la del dueño del carrusel. Cuando cesó la lluvia nos fueron bajando, entre estornudos y juramentos, chorreando, y nos fuimos yendo a casa para secarnos y no volver a montar jamás en el odioso tiovivo.